Propuesta trabajo teórico dentro del programa en prácticas críticas Teatralidades Expandidas, MNCARS (2013)
PRÁCTICAS DEL ESPECTADOR. UNA APROXIMACIÓN A LA AUDIENCIA
Planteamiento del escrito (10/15 hojas)
En este trabajo se esbozará una reflexión sobre cómo se
construye la dirección y creación de la/s audiencia/s contemporáneas.
A través del análisis de figuras históricas como son la idea
de la Audientia, el Auditorium, o la Auditio latinas, se adentrará en la reflexión sobre su papel a la hora de formar parte de la
representación occidental en el periodo moderno actual, postdramático y postvisual.
Si tomamos la escucha no como una operación pasiva sino como
un momento de abertura que antecede, que sirve de preámbulo y escenario para la
palabra, podemos situar esta acción como un detonante. Pensar en la escucha del
público será pues, pensar en la capacidad de producción de su otro lado: la
compañía que representa.
Al fijarnos en la actitud del espectador, en sus modos de
atender y responder, en su transformación por su cualidad de oyentes, nos
percatamos del poder de su presencia y en la función dramática que a su vez
ejercen desde la invisibilidad.
Buscando semejanzas entre estos dos conceptos: audiencia/
espectador, tanto a un lado del proscenio como al otro, nos preguntamos por las
prácticas que reorientan este dispositivo integrando funciones a priori opuestas.
A su vez, trataremos de hallar cuáles son los componentes
específicos de las dos formas de atención para comprender el
componente oral y aural dentro de la espacialidad teatral.
Una cuestión trataremos de apuntar: ¿cuál es la
performatividad de la escucha?, esto es, cuáles son los mecanismos que los
artistas ponen en pié para cambiar ciertas estructuras de pensamiento. Para
cambiar a su vez, las formas de reacción en el cuerpo real del individuo (sea
espectador, sea actor, esté presente directamente, o no).
Podríamos intuir el Auditorio y el papel de la Audiencia
como un espectador “móvil”, figura desplazada (físicamente incluso de su lugar
de atención). Con esto desear una reverberación de la propia audiencia, para
que en su agitación se produzcan saltos de estado y nuevos estímulos de conciencia.
La configuración de una relación autónoma y conjunta en el público gracias a la
dimensión acústica posee un gérmen de comunidad que se desea explorar.
La Audiencia Disidente
Hay una labor por hacer: disentir y pedir distancia.
Esta toma de posición con respecto a la influencia (que en
el idioma italiano significa "contagio, enfermedad") debería ser una
señal, un punto de partida.
Conozcamos qué nos está arrasando, qué síntomas se dejan
ver, qué virus nos ha infectado.
La audiencia en un teatro global es sumisa, está disponible.
Ciertos poderes no nos coaccionan a la fuerza (a la fuerza
bruta, directamente), pero actúan por métodos de auto-creencia, sugestión, parálisis
del pensamiento y manipulación de consigna repetida en bucle.
¿La audiencia está dispuesta a recibir, a tragar, a zamparse todo?, en ocasiones sí. Con su gran boca espera lo que tenga que venir, tanto lo
insospechado como lo recurrente. Porque el pequeño individuo de la aldea global
está anulado, físicamente agotado, no pudiendo más que tumbarse en su sofá
después de las horas de trabajo y deglutir por los oídos y ojos cualquier
información, cualquier contenido. Con tal de olvidar por un momento nosotros
también (pequeños individuos), queremos que nos dejen de lado, que nos hagan
olvidar-nos para que nuestra precaria realidad no salte tanto a la vista.
Indefensos, desprotegidos y lanzados en el mundo de
fieras financieras. El dinero ha marcado los cuerpos. La codicia de la usura, la osadía del estafador insatisfecho devora todo.
Nosotros, que continuamos la mímesis somos aquellos que
entramos en el juego y nos convertimos en marcas, en merchandaising, en empresa.
Competimos por ser más superficie, por ser más producto, por ser un buen objeto
de venta.
El salvajismo de las cuentas, de lo números, de las listas y
archivos, absorve el tiempo. Y completa el vacío de la existencia.
Objetivo bancario: poder sacar, explotar nuestras minas (los
fondos sagrados de energías autónomas que son saquedas por empresas, sin
miramientos, sin ningún tipo de rubor). La agresividad del comportamiento económico deja las cantidades en rojo. La inestabilidad provoca depresiones
no solo monetarias sino físicas y emocionales.
Suicidios y estados psíquicos destrozados nos rodean, pero hemos elegido
adaptarnos. Hemos cedido a lo “macro”. Estamos en el mundo, no podemos no
estarlo, hay por tanto que seguir su rumbo y conocer sus reglas, obedecerlas. A-callar el espanto.
Mientras el escaparate cotidiano continúa su temporada,
pues si antes era la nefasta situación de enfermedad que irrumpía el plató (pestes, calamidades, guerras), ahora se
extiende la inhumana maquinaria de la moneda-cuerpo, como objeto de cambio, que incluye
a su servicio lo más privado. Y aquí los siervos-sujetos-esclavos,
aquí las personas se endurecen, aquí una inercia imparable agiliza el engranaje
y somete bajo su yugo las mentalidades, muy rápidas en seguir los ritmos “pop y
tic”. Un tiempo de vértigo y en su fondo de no-cambio. Pero algo se desgasta en este proceso de repetición, los pasos son hábilmente
impuestos por un sistema que fagocita y anima a seguir sus trazados, pero esa misma inercia utilizada como sistema móvil de excitación se vuelve en contra y el espectador empieza a necesitar un cambio.
Nuevos aparatos, nuevas aplicaciones, nuevos objetos y más flujo
que transita entre ellos y nosotros. Tránsitos de consumo: comunicación precaria. Boicot al tiempo de escucha, boicot a la vida particular, irrupción
continua de lo mismo.
Más objetos inservibles, más plástico y más chips y
más alimento artificial. En esta costra nos amparamos vestidos bajo ropajes de brillo y baratos. Debajo de la máscara de leds los flacos pensamientos extrañamente desorbitados y dispersos, deseosos de
anclaje y de seguridad, de pausa o de orientación, se debilitan.
Pero me dejé un cabo por atar (quizás miles más). La
audiencia debe distanciarse sí, pero también debe comprender el simulacro y por
tanto sentir en sus venas el desvarío. La audiencia debe de distinguirse y
empezarse a oír. Cuando un mayor porcentaje de población tenga la formación y la sensibilidad preparada para autorresponsabilizarse socialmente
quizás la balanza vuelva a encontrar más sentido. Y puede que el designio de
los tiempos no esté ya dictado por el poder de los "hados"
contemporáneos (banqueros, comerciales o clase pudiente). Sino
que tome las riendas un pueblo más basto sin necesidad de amparo en una nacionalidad ni defensa identitaria. Cuanto más seres vuelvan a sumarse al timón de aquellos que desean que el barco,
este gran buque (en la actualidad fantasma), no vague por la tierra y no se hunda la sabiduría que tantos siglos costó reunir a nuestros antepasados. Cuando las
conciencias se recobren de esta esclavitud a la empresa y florezca como posibilidad real la nueva temporalidad del individuo se podrá llegar a un puerto donde fortalecer, sin ánimo de lucro, una comunidad. Quizás un nuevo estadio más capaz de equilibrio.
Teatralidad versus Invisibilidad. Precedentes
Por un lado se trataría de comprobar la idea de teatralidad
en la urbe como lugar donde se produce la acentuación de la superficie, arrastrando
tras de sí al individuo que sucumbe hacia la promoción de lo
superficial; el maquillaje, la expresividad falseada, la virtualidad o el
trampantojo.
Abordar pues cómo la maquinaria de configuración del sujeto
(poder de infraestructura) actúa como una presión sensible y efectiva. Diagrama
retórico que nos manipula las emociones y actos con seducción aparente pero también con repetitiva insistencia.
Por otro, la idea de aprovechar la invisibilidad recurriendo a la creación ayudaría a descargar la forma programada cambiando las tareas de producción global por otras particulares. Como una manera de borrar las
identidades forzadas, un plan para elaborar en esta etapa 2013 sería la de construir una defensa y escudo personalizado que ampare y permita
acceder con plena voluntad a través de esos resquicios de lo posible hacia una realidad que aún no se hace presente pero que se intuye.
La estrategia sería sumergirse en una práctica de autoescucha camuflada ante esta forma de
imposición que acarrea la teatral (y brutal aunque aséptica) sociedad donde
vivimos. En el deseo de lograr un cuerpo inmune y construir una transformación autónoma, el trabajo se propone
sobre las franjas de libertad que aún nos quedan para no ser individuos nulos para la acción, anulados para ejercer la resistencia. De esta manera podríamos encontrar las vías para
ejercer con derecho propio una autoridad sobre nuestro estado, el que nos
corresponde, entidad psíquico-física partida partita (fugada) y a su vez reescrita. Una partitura-sujeto especialmente resonante que pueda ser articularla
según un plan de acción.
Asumir los errores y procurar las elecciones sería una franja de espacio por conquistar que dependería de nuestras capacidades más o menos acertadas pero no coaccionadas por una manipulación constante.
Asumir los errores y procurar las elecciones sería una franja de espacio por conquistar que dependería de nuestras capacidades más o menos acertadas pero no coaccionadas por una manipulación constante.
La teatralidad de la escucha también está codificada. En
este caso se trata ver por medio de qué mecanismos puede hacerse patente su
condicionamiento.
La riqueza de la escucha sería aquella que procurara matices y niveles, estratos o constelaciones. Todas ellas formas de escucha diferentes, bajo prismas distintos, bajo intensidades de naturalezas "disidentes". La escucha que pertenece al individuo es aquella que debe construirse, desde cero y desde sus referentes: los consejos, actitudes, virtudes o historias que compongan el paisaje de su deriva. Aquí se reivindica la autoría de los propios hechos, que haya consciencia adquirida por el tiempo, y que ayude un silencio (en cierto grado, no tanto).
Que dejen de silenciarse los rostros, las inquietudes y deseos del ser humano porque nos están borrando del mapa en esta Audiencia que les interesa. Veamos quien tiene la última palabra.
La riqueza de la escucha sería aquella que procurara matices y niveles, estratos o constelaciones. Todas ellas formas de escucha diferentes, bajo prismas distintos, bajo intensidades de naturalezas "disidentes". La escucha que pertenece al individuo es aquella que debe construirse, desde cero y desde sus referentes: los consejos, actitudes, virtudes o historias que compongan el paisaje de su deriva. Aquí se reivindica la autoría de los propios hechos, que haya consciencia adquirida por el tiempo, y que ayude un silencio (en cierto grado, no tanto).
Que dejen de silenciarse los rostros, las inquietudes y deseos del ser humano porque nos están borrando del mapa en esta Audiencia que les interesa. Veamos quien tiene la última palabra.